Muchos padres dudan de animar a sus hijos a participar en programas de entrenamiento de fuerza, pero estos temores están en su mayoría fundamentados en falsos mitos.
Durante muchos años se ha creído que las fuerzas producidas por el entrenamiento causarían daño al esqueleto inmaduro de los niños y que, por lo tanto, conduciría a lesiones inhibiendo el crecimiento de los huesos.
La información científica publicada recientemente apoya que los programas de entrenamiento de fuerza supervisados y prescritos adecuadamente pueden mejorar el rendimiento deportivo, reducir el potencial de lesiones y mejorar su salud.
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